sábado, 11 de octubre de 2014

Los temas olvidados (evadidos) por la memoria colectiva y artística de Jalisco

    


      En Jalisco tenemos una historia envidiable, si ahora mismo el estado se separara del resto de México podríamos contar una historia propia, porque como comunidad se ha generado bastante material simbólico como para contar como un país aparte. Pero como eso no va a suceder (es una especulación inadecuada, dirán los más) explico.

Durante la conquista llegó uno de los más despiadados soldados que haya parido España, Nuño de Guzmán, cuyo paso por la entidad se nota en el trazo de la ciudad, en la idiosincracia del tapatío de abolengo, en mucho más aspectos de lo que uno puede imaginar. Víctor Castillo escribió en los años noventa Nuño de Guzmán, o la espada de Dios, una iniciativa que no tuvo réplica, ni en la producción dramatúrgica subsecuente, ni en la práctica escénica, lo que es destacable es la oportunidad que aprovecha Castillo para poner delante de nuestras narices esa parte de la historia de nuestro estado, que, créanme, si la revisamos, si la exploramos, podría darnos muchas claves de porqué somos como somos.

Francisco de Tenamaxtle fue un héroe que habita los largos pasillos de la desmemoria jalisciense, la administración pública alguna vez confinó el único vestigio de su presencia (un monumento que recurre al cliché y al mal gusto), a la reserva (sic) de san Sebastián de Analco, espacio simbólico sin discusión, alentado por una serie de administraciones y actos políticos sin memoria ni recato, pues en un mismo espacio habitan signos inequívocos de la derrota colectiva: Tenamaxtle (su efigie, pues), Cuauhtemoc, y una fallida Estela contra el olvido, que rememora las explosiones del 22 de abril, (fallida porque apunta a recordar dolor, muerte y sangre, sin dar oportunidad a la esperanza y al valor del barrio como constructor de identidad), volviendo a Tenamaxtle, luego el Congreso le rindió un homenaje mientras el Gobierno del estado, por medio de la Fiscalía General detenía a un líder indígena de la costa sur del estado. 

Durante la reforma y la revolución las anécdotas nos dieron cierta fama de gallinas a los Jaliscienses, pues sólo acudimos a dichos eventos desde atrás de los portales, mientras Jesús Medina dejaba una bala en el reloj de Palacio de Gobierno, no por nada Calles en 1926 llamó a Jalisco el gallinero de la República, más adelante se le atragantarían dichas palabras, pues la Cristiada le demostró lo contrario. Este episodio ha dado cuentos, novelas, textos dramáticos, películas, pero son pocos los que lo observan de manera objetiva y crítica, destaca por sus valores técnicos y estéticos el texto de Jaime Chabaud: ¡Que viva Cristo Rey! (1992), que muestra los intereses del estado y del clero en pugna, sin que la población afectada les interese demasiado. 

La Cristiada ha generado suficiente capital político, social y simbólico para la iglesia católica en el estado, tanto, que su actual posición de privilegio en los asuntos públicos es secuela de un acontecimiento triste, indignante, y sucio por la manera en que el pueblo creyente fue (y sigue siendo) manipulado.

En los años treinta tuvimos en Guadalajara la visita de André Bretón, Leon Trotsky, y si no fuera por el texto de Bretón, resultado de dicha visita: el Palacio de la fatalidad, y la recuperación de la crónica por Juan José Doñán en su fabuloso Oblatos-Colonias (Ed. Arlequín 2013) el evento seguiría inédito para los Jaliscienses.

Ni qué decir de los setenta. La mar de historias: desaparecidos, violencia política, traición, actos heróicos perdidos en nada, la crueldad del estado como expresión emocional de sus miembros, la apatía y el miedo de una sociedad tapatía que sólo acudió como testigo que no quiso, ni quiere dar fe. Uno de los capítulos más vergonzosos del estado mexicano, que siempre tendrá capacidad para poder superar y superarse en cuanto a horror y violación de derechos humanos se refiere.

La historia de la FEG es patética, pavorosa y absurda, los testimonios de horror, miedo y abusos constantes y sistemáticos abundan, es un tema hecho de oro molido para quienes crean historias por cualquier medio, dado que una buena parte de la vida política actual del estado se generó al interior de esta organización, varios de sus ex miembros aun viven, y se dan el lujo de negar la cruz de su parroquia, pues dejaron la pistola por otras armas más efectivas, lo cual no significa que pueda celebrarse absolutamente nada.

Las explosiones del 22 de abril nos han dado novelas, cuentos, dramaturgia, por ser un hecho reciente, su abordaje ha sido puntual, pero sus secuelas sociales, políticas, etc. no han sido objeto de un seguimiento, Francisco Lidón, dramaturgo español ha sido quien recientemente nos ha recordado el hecho.

Los temas están ahí, y no necesariamente significa que loshechos históricos deban ser representados fielmente en los productos artísticos, cuando es más interesante analizar, decantar y destilarlos, estoy seguro, el logos, el ethos y el pathos Jaliscienses están ahí. 

Un tequila doble, derecho, por favor, luego, a escribir, filmar, representar, etc., somos lo que somos porque hemos sido sin ser. ¡Salud!








No hay comentarios:

Publicar un comentario